Algunas personas lo describen como un gran peso sobre sus hombros: “Tienes que ir a la iglesia”. “Tienes que guardar la ley de Dios”. “Si cometes algún pecado iras al infierno”. “Dios siempre está viendo si te equivocas”. “El cristianismo es una larga lista de cosas que debes y no debes hacer”. “Los pastores quieren tu dinero; la religión quiere tu dinero; esos diáconos que caminan por los pasillos quieren tu dinero”. ¿Será el divorcio entre tú y Dios la respuesta? ¿Han encontrado optimismo y una paz renovada los ateos que supuestamente han “nacido de nuevo”? ¿O es que su deseo de escapar del infierno los ha hecho enfrentarse cara a cara con su propio infierno?