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La Maravillosa Gracia de Dios


Riquezas inescrutables, 28 de junio https://ift.tt/y9CSlu1 A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el Evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo. Efesios 3:8. No es por causa de restricción alguna por parte de Dios por lo que las riquezas de su gracia no fluyen hacia la tierra, a los hombres. Si todos tuvieran la voluntad de recibir, todos serían llenados de su Espíritu. Es el privilegio de toda alma ser un canal vivo por medio del cual Dios pueda comunicar al mundo los tesoros de su gracia, las inescrutables riquezas de Cristo. No hay nada que Cristo desee tanto como agentes que representen al mundo su Espíritu y carácter. No hay nada que el mundo necesite tanto como la manifestación del amor del Salvador mediante la humanidad. Todo el cielo está esperando que haya canales por medio de los cuales pueda derramarse el aceite santo para que sea un gozo y una bendición para los corazones humanos.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 345. “Dios, que es rico en misericordia, por su mucho amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo... y juntamente nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los cielos con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús”. Efesios 2:4-7. Tales son las palabras que “Pablo el anciano”, “prisionero de Cristo Jesús”, escribiendo desde su cárcel de Roma, se esforzó por presentar a sus hermanos, aquello para cuya presentación plena el lenguaje le resultaba inadecuado: “Las inescrutables riquezas de Cristo”, el tesoro de la gracia que se ofrecía sin costo a los caídos hijos de los hombres.—Joyas de los Testimonios 2:326. Mientras vuestra alma suspire por Dios, encontraréis más y más de las inescrutables riquezas de su gracia. Mientras las contempléis, llegaréis a poseerlas y se os revelarán los méritos del sacrificio del Salvador, la protección de su justicia, la perfección de su sabiduría y su poder para presentarnos ante el Padre “sin mácula, y sin reprensión”. 2 Pedro 3:14.—Los Hechos de los Apóstoles, 453.

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