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Conflicto y Valor


La mano paralizada, 15 de julio https://ift.tt/C1t8fFT 1 Reyes 13:1-6. Mas la mano que había extendido contra él, se le secó, y no la pudo enderezar. 1 Reyes 13:4, úp. Jeroboam se llenó de un espíritu de desafío contra Dios, e intentó hacer violencia a aquel que había comunicado el mensaje. “Extendiendo su mano desde el altar”, clamó con ira: “¡Prendedle!” Su acto impetuoso fue castigado con presteza. La mano extendida contra el mensajero de Jehová quedó repentinamente inerte y desecada, de modo que no pudo retraerla. Aterrorizado, el rey suplicó al profeta que intercediera con Dios en favor suyo... “Y el varón de Dios oró a la faz de Jehová, y la mano del rey se le recuperó, y tornóse como antes”. Vano había sido el esfuerzo de Jeroboam por impartir solemnidad a la dedicación de un altar extraño, cuyo respeto habría hecho despreciar el culto de Jehová en el templo de Jerusalén. El mensaje del profeta debiera haber inducido al rey de Israel a arrepentirse y a renunciar a sus malos propósitos, que desviaban al pueblo de la adoración que debía tributar al Dios verdadero. Pero el rey endureció su corazón, y resolvió cumplir su propia voluntad. El Señor procura salvar, no destruir. Se deleita en rescatar a los pecadores. “Vivo yo, dice el Señor Jehová, que no quiero la muerte del impío”. Ezequiel 33:11. Mediante amonestaciones y súplicas, ruega a los extraviados que cesen de obrar mal, para retornar a él y vivir. Da a sus mensajeros escogidos una santa osadía, para que quienes los oigan teman y sean inducidos a arrepentirse. ¡Con cuánta firmeza reprendió al rey el hombre de Dios! Y esta firmeza era esencial; ya que de ninguna otra manera podían encararse los males existentes. El Señor dio audacia a su siervo, para que hiciese una impresión permanente en quienes lo oyesen. Nunca deben temer los rostros humanos los mensajeros del Señor, sino que han de destacarse sin vacilar en apoyo de lo justo. Mientras ponen su confianza en Dios, no necesitan temer; porque el que los comisiona les asegura también su cuidado protector. La Historia de Profetas y Reyes, 75, 76.

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