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El Cristo Triunfante


Siempre podremos confiar en un “así dice el señor”, 14 de julio https://ift.tt/quglXJU “Si eres Hijo de Dios, dí a esta piedra que se convierta en pan... Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo”. Lucas 4:3, 9. En el desierto de la tentación las riquezas mundanales fueron el soborno desplegado ante nuestro Señor. Satanás no vino a él con sus tentaciones hasta que su naturaleza humana se encontraba debilitada y clamando su necesidad... La humanidad de Cristo se habría acobardado por lo que le esperaba en el desierto. Pero vino al mundo para que al establecer contacto con él [Satanás], pudiese recuperar de las manos del usurpador el patrimonio humano que pertenecía al Señor. Satanás dijo ser el príncipe de este mundo y, al derrotar a Adán, sojuzgó a la raza humana y la puso bajo su control... Satanás sabía que había comenzado el conflicto personal entre el Príncipe de la vida y el príncipe de las tinieblas e intentó derrotar a Cristo en medio de su agotamiento físico. La prueba que Satanás requería implicaba que Cristo aceptara la duda y actuara movido por ella, evidenciando así que dudaba, y con ello confirmar lo que el enemigo pretendía. Si Cristo hubiera aceptado las sugerencias del enemigo. Satanás le habría dicho: Dame alguna evidencia para que crea que eres el Hijo de Dios. Pero Cristo no hizo nada de lo que se le solicitaba. De haber hecho un milagro en beneficio propio habría demostrado que cuestionaba a Dios. Una evidencia, superior a todos los milagros, la confianza en un “Así dice el Señor”, habría de ser una señal incontrovertible... ¡Cuán astuta fue la forma como Satanás se presentó a Eva en Edén! “¿Con que Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” La forma en que lo presentaba era una disfrazada falta de respeto por las palabras de Dios. Había en sus palabras de verdad una negación encubierta, un rechazo, una impugnación a la confiabilidad divina. Quiso implantar en su mente la idea de que Dios no actuaría según había dicho y que la prohibición acerca de ese fruto tan hermoso era una abierta contradicción al amor y la compasión que pretendía manifestar por ellos. Ahora intenta inspirar a Cristo con sus propios sentimientos: “Si eres el Hijo de Dios”. De este modo buscó insinuar la duda en la mente de Cristo... ¿Podría el Señor tratar de este modo a su Hijo?... Las tentaciones surgirán [entre algunos] a fin de ocasionar desconfianza en Dios e impugnar su amor... Llegan a ser traidores, rebeldes a Dios, y aceptan las tentaciones de uno a quien eligieron como su líder. De este modo, se transforman en instrumentos de Satanás, canales por medio de los cuales el enemigo comunica a otras mentes las dudas e infidelidades con las que los ha saturado.—Carta 3, 1897.

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