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Exaltad a Jesús


Traído de vuelta por el pastor, 19 de julio https://ift.tt/L0JkogW Como reconoce su rebaño el pastor el día que está en medio de sus ovejas esparcidas, así reconoceré mis ovejas, y las libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas el día del nublado y de la oscuridad. Ezequiel 34:12. La oveja que se ha descarriado del redil es la más impotente de todas las criaturas. El pastor debe buscarla, pues ella no puede encontrar el camino de regreso. Así también el alma que se ha apartado de Dios, es tan impotente como la oveja perdida, y si el amor divino no hubiera ido en su rescate, nunca habría encontrado su camino hacia Dios. El pastor que descubre que falta una de sus ovejas, no mira descuidadamente el rebaño que está seguro y dice: “Tengo noventa y nueve, y me sería una molestia demasiado grande ir en busca de la extraviada. Que regrese, y yo abriré la puerta del redil y la dejaré entrar”. No; tan pronto como se extravía la oveja, el pastor se llena de pesar y ansiedad. Cuenta y recuenta el rebaño, y no dormita cuando descubre que se ha perdido una oveja. Deja las noventa y nueve dentro del aprisco y va en busca de la perdida. Cuanto más oscura y tempestuosa es la noche, y más peligroso el camino, tanto mayor es la ansiedad del pastor y más ferviente su búsqueda. Hace todos los esfuerzos posibles por encontrar esa sola oveja perdida. Con cuánto alivio siente a la distancia su primer débil balido. Siguiendo el sonido, trepa por las alturas más empinadas, y va al mismo borde del precipicio con riesgo de su propia vida. Así la busca, mientras el balido, cada vez más débil, le indica que la oveja está por morir. Al fin es recompensado su esfuerzo; encuentra la perdida. Entonces no la reprende porque le ha causado tanta molestia. No la arrea con un látigo. Ni aun intenta conducirla al redil. En su gozo pone la temblorosa criatura sobre sus hombros; si está magullada y herida, la toma en sus brazos, la aprieta contra su pecho, para que le dé vida el calor de su corazón. Agradecido porque su búsqueda no ha sido en vano, la lleva de vuelta al redil. Gracias a Dios, él no ha presentado a nuestra imaginación el cuadro de un pastor que regresa dolorido sin la oveja. La parábola no habla de fracaso, sino de éxito y gozo en la recuperación. Aquí está la garantía divina de que no es descuidada o dejada al desamparo ni aun una de las ovejas descarriadas del aprisco de Dios. Cristo rescatará del hoyo de la corrupción y de las zarzas del pecado a todo el que tenga el deseo de ser redimido.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 146-147.

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