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Hijos e Hijas de Dios


No nos gloriemos en los hombres, 13 de agosto https://ift.tt/SVvcDbJ El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos. Así que, ninguno se gloríe en los hombres. 1 Corintios 3:20, 21. Estamos viviendo en una época licenciosa, y los hombres y la juventud pecan con toda desvergüenza. A menos que nuestra juventud sea sagradamente guardada, a menos que esté fortificada en firmes principios, a menos que se manifieste gran cuidado en la elección de sus amistades y de las publicaciones que alimentan su mente, quedarán expuestos frente a una sociedad cuya moral es tan corrompida como lo era la de los habitantes de Sodoma... Nuestra juventud tendrá que hacer frente a tentaciones por todas partes, y debe estar tan educada, que dependa de un poder superior, de una enseñanza superiora la que pueden dar los mortales. En todas partes hay personas que desprecian a nuestro Señor; los tales se refieren habitualmente al cristianismo en forma despreciativa... Los que no tienen poder moral, no pueden defender la verdad; no tienen valor para decir: “A menos que tal conversación cese, no puedo permanecer en vuestra presencia. Jesús, el Redentor del mundo, es mi Salvador; en él se concentra mi esperanza de vida eterna”. Pero ésta es exactamente la forma en que se los puede reducir al silencio. Si discutís con ellos, tendrán argumentos para haceros frente, y nada de lo que podáis decir los impresionará; pero si vivís para Cristo, si sois firmes a vuestra lealtad al Dios del cielo, podéis hacer por ellos lo que los argumentos no podrán hacer, y los convenceréis de la falacia de sus doctrinas por el poder de la piedad.—The Signs of the Times, 21 de abril de 1890.

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El libre albedrío del hombre https://ift.tt/ZktsaFi Dios instruyó a nuestros primeros padres con respecto al árbol del conocimiento, y ellos estaban plenamente informados acerca de la caída de Satanás, y del peligro de escuchar sus sugerencias. No les quitó la facultad de comer el fruto prohibido. Dejó que como seres moralmente libres creyeran su palabra, obedecieran sus mandamientos y vivieran, o creyeran al tentador, desobedecieran y perecieran. Ambos comieron, y la gran sabiduría que obtuvieron fue el conocimiento del pecado y un sentimiento de culpa. El manto de luz que los envolvía pronto desapareció, y presas del sentimiento de culpa y de haber perdido la protección divina, un temblor se apoderó de ellos y trataron de cubrir sus cuerpos desnudos. Nuestros primeros padres decidieron creer las palabras de una serpiente, según pensaban, que no les había dado prueba alguna de su amor. No había hecho nada por su felicidad y su beneficio, mientras Dios les había dado todo lo que era b...

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