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El Cristo Triunfante


Fijemos los ojos en Cristo, 8 de mayo https://ift.tt/9W7ZsCo “Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. Filipenses 3:14. A través de toda la vida tendremos conflictos con los poderes de las tinieblas y obtendremos preciosas victorias. Hemos de fijar nuestra vista en el galardón. Cuando Josué subió del Jordán a tomar Jericó, se encontró ante un ser majestuoso y, de inmediato, le dijo con tono desafiante: “¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?” La respuesta fue, “No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora... Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo”. No fue Josué, sino el dirigente de Israel, Cristo, quien estuvo a cargo de la toma de Jericó. Estas eran las lecciones que se daban continuamente a los hijos de Israel. Al dirigir su atención al Dios del cielo, Cristo les enseñó que no debían adjudicarse la gloria ellos mismos. No hemos de abrigar un espíritu de exaltación propia. En el momento en que comencemos a pensar que somos importantes, recordemos que no poseemos nada que nos haga diferentes o mejores que los demás mortales, excepto lo que Dios nos ha dado. Cuando estéis en necesidad, recordad nuestra relación con los hijos de Israel. La pluma de la inspiración traza claramente su historia. No debemos imitar su ejemplo de murmuración y descontento. Dios no puso en los labios de Moisés palabras de condenación. Eran un pueblo apartado y diferente de otras naciones. Al aceptar la religión de Jesucristo, muchos parecieran pensar que están iniciando un camino descendente. Estas personas debieran bajarse de los peldaños de su elevada estima propia y de su justicia propia y humillarse delante de Dios. Sin embargo, los que se pongan en relación con el Dios viviente, como hijos e hijas de Dios, han de tomar una senda ascendente... Hablemos del cielo y de las cosas celestiales, manteniéndonos en una actitud de súplica delante de Dios. No es seguro que ninguno de nosotros se sienta en una posición en la que su pie no puede resbalar, antes bien debiéramos percibir que el terreno donde estamos es santo. Limpiad el templo de vuestro espíritu de toda contaminación, para que Cristo entre y reine con poder supremo. Contemplando a Jesús, hemos de crecer a su semejanza. Cuanto más nos relacionemos con él, tanto más percibiremos nuestras imperfecciones... Dondequiera que estemos, nuestras oraciones debieran ascender al Señor reclamando más luz. Acudamos a él pare recibir las órdenes... A fin de conocer el poder y la fortaleza de la verdadera vida de devoción, hemos de escondernos en Jesús, dedicándonos a él sin reservas... Consagrad por completo a Dios vuestras fuerzas, vuestra mente y vuestras habilidades. Dondequiera que el Señor os ponga, por humilde que sea dicha responsabilidad, cumplidla fielmente.—Manuscrito 36, 1885.

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