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La Maravillosa Gracia de Dios


Con todo el corazón, 21 de mayo https://ift.tt/FMLe92V Jehová tu Dios te manda hoy que-cumplas estos estatutos y decretos; cuida, pues, de ponerlos por obra con todo tu corazón, y con toda tu alma. Deuteronomio 26:16. En el pacto de Dios con su pueblo en la antigüedad, se dieron instrucciones para el fiel reconocimiento de las maravillosas obras de gracia que él había hecho por ellos. Dios libró a su pueblo, Israel, de la esclavitud de Egipto. Los trajo a su propia tierra, y les dio una buena herencia y lugares seguros para morar. Solicitó de ellos que reconocieran sus obras maravillosas. Las primicias de la tierra debían ser consagradas a Dios y devueltas a él como una ofrenda de gratitud, en reconocimiento de su bondad hacia ellos... Estas instrucciones, que Dios le ha dado a su pueblo, expresan los principios de la ley del reino de Dios, y son específicas, de modo que las mentes del pueblo no queden ni en la ignorancia ni en la incertidumbre. Estas escrituras presentan una obligación permanente para todos aquellos a quienes Dios ha bendecido con vida y salud y privilegios en las cosas temporales y espirituales. El mensaje no se ha debilitado con el transcurso del tiempo. Los requerimientos de Dios son tan justos y obligatorios ahora, tan frescos en su importancia, como son frescos y permanentes los dones de Dios. Para evitar que alguien olvide estas importantes instrucciones, Cristo las repitió con su propia voz. Llama a sus seguidores a una vida de consagración y abnegación. Dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Mateo 16:24. Esto significa exactamente lo que dice. Solamente mediante la abnegación y el sacrificio propio podemos poner de manifiesto que somos verdaderos discípulos de Cristo. Cristo consideraba esencial recordar a su pueblo que la obediencia a los mandamientos de Dios es para su bien presente y futuro. La obediencia trae bendición; la desobediencia, maldición. Además de ello, cuando el Señor favorece a su pueblo de una manera especial, lo exhorta a reconocer públicamente su bondad. De este modo su nombre será glorificado; porque tal reconocimiento es un testimonio de que sus palabras son fieles y verdaderas.—Manuscrito 67, 1907.

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