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En los Lugares Celestiales


Creciendo en Cristo, 25 de junio https://ift.tt/bR2kHUr Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios. Hebreos 6:1. En la puerta de entrada del sendero que conduce a la vida eterna, Dios pone la fe y reviste todo el camino con la luz, la paz, y el gozo de la obediencia voluntaria. El viajero de esta manera mantiene siempre delante de él la marca de su elevada vocación en Cristo. El premio está siempre a la vista. Para él los mandamientos de Dios son justicia, y paz y gozo en el Espíritu Santo. Las cosas que primero parecían ser cruces son halladas por la experiencia ser coronas. “Aprended de mí”, es la orden del Salvador. Sí, aprended de él cómo vivir la vida de Cristo, una vida pura y santa, libre de toda mancha de pecado... El progreso, no el estancamiento, es la ley del cielo. El progreso es la ley de toda facultad de la mente y del cuerpo. Las cosas de la naturaleza obedecen esta ley. En el campo, primero se ve la hoja, luego la espiga, después el grano lleno en la espiga. En la vida espiritual, como en la vida física, debe haber crecimiento. Debemos avanzar paso a paso, siempre recibiendo e impartiendo, siempre ganando un conocimiento más completo de Cristo, aproximándonos diariamente cada vez más cerca a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. El cristiano es primero un recién nacido en Cristo. Luego se transforma en niño. Debe realizar continuos avances en proporción a las oportunidades y privilegios que se le conceden. Siempre debe recordar que no es suyo, que ha sido comprado con precio y que debe hacer el mejor uso posible de los talentos que se le han confiado. Aun en la infancia de su entendimiento espiritual el cristiano debe esforzarse para hacer el más decidido avance hacia la vida más elevada, más santa.—The Review and Herald, 9 de mayo de 1907.

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