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Sabbath School


Comentarios Elena G.W para la Escuela Sabática https://ift.tt/LHGoXNp A medida que Jesús, el gran Maestro, presentaba las lecciones que debían ser aprendidas del libro abierto de la naturaleza, abría los ojos del entendimiento de sus oyentes para mostrarles la atención que en ellas se da a los objetos en armonía con el rango que ocupan en la escala de la creación. Si la hierba del campo, que hoy regala los sentidos con su hermosura, recibe una atención tan esmerada de parte de Dios, aunque mañana es cortada y quemada, cuánto mayor cuidado no tendrá con los seres humanos a quienes formó a su imagen. Nunca seremos capaces de formular ideas exageradas con respecto al valor del alma humana ni de la atención que el Cielo le ha concedido al hombre. Luego el Señor les dio la consoladora promesa: «No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino». Lucas 12:32. Jesús es el buen Pastor. Sus seguidores son las ovejas de su prado. El pastor siempre está con su rebaño para defenderlo, para protegerlo del ataque de los lobos, para salir tras las ovejas perdidas y traerlas de vuelta al redil, para conducir a sus ovejas por prados verdes y llevarlas junto a aguas vivas (Exaltad a Jesús, p. 209). No olvidemos nunca, incluso cuando transitamos por el valle, que Cristo está con nosotros tanto cuando caminamos confiadamente como cuando estamos en la cima de la montaña. La voz nos dijo: «¿No depositaréis vuestra carga sobre el Portador de cargas, el Señor Jesucristo? ¿No habitaréis en el lado luminoso de la cruz diciendo: ‘Sé a quien he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día’?» «A quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas». 2 Timoteo 1:12; 1 Pedro 1:8, 9… Debo confiar en él no importa cuántos cambios se produzcan en mi atmósfera emocional. Debo manifestar las alabanzas del que me llamó «de las tinieblas a su luz admirable». 1 Pedro 2:9. Mi corazón debe permanecer firme en Cristo, mi Salvador, para contemplar su amor y su bondad llena de gracia. No debo confiar en él solamente de vez en cuando, sino siempre, para que pueda manifestar los resultados de morar en Aquel que me adquirió con su preciosa sangre. Debo aprender a creer en sus promesas y a aceptarlas como la segura palabra de Dios para tener una fe estable (Mente, carácter y personalidad, t. 2 pp. 843, 844). Satanás es el que nos destruye, pero Cristo es nuestro restaurador. Debemos ejercitar constantemente la fe y confiar en Dios, no importa cuáles sean nuestros sentimientos. Isaías dice: «¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios». Isaías 50:10. Entonces podremos decir con el salmista: «Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días». Salmo 23:4-6 (Exaltad a Jesús, p. 326).

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