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Ser Semejante a Jesús


Para ganar almas, renunciar a la ganancia personal, 18 de junio https://ift.tt/yJi6nzL Sé vivir humildemente, y sé tener en abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener en abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Filipenses 4:12, 13. En todo tiempo Satanás ha tratado de perjudicar los esfuerzos de los siervos de Dios introduciendo en la iglesia un espíritu de fanatismo. Así era en los días de Pablo, y así fue en los siglos ulteriores, durante el tiempo de la Reforma. Wiclef, Lutero, y muchos otros que beneficiaron al mundo por su influencia y fe, afrontaron los ardides por los cuales el enemigo procura arrastrar a un fanatismo excesivamente celoso de las mentes desequilibradas y profanas. Ciertas almas extraviadas han enseñado que la adquisición de la verdadera santidad eleva la mente por encima de todo pensamiento terrenal e induce a los hombres y a las mujeres a abstenerse enteramente del trabajo. Otros, interpretando con extremismo cierto texto de la Escritura, han enseñado que es un pecado trabajar, que los cristianos no debieran preocuparse de su bienestar temporal y del de sus familias, sino que deberían dedicar sus días enteramente a las cosas espirituales. La enseñanza y el ejemplo del apóstol Pablo son un reproche contra semejantes conceptos erróneos... Cuando Pablo visitó Corinto por primera vez, se encontró entre gente que desconfiaba de los motivos de los extranjeros. Los griegos de la costa del mar eran hábiles traficantes. Tanto tiempo habían seguido sus inescrupulosas prácticas comerciales, que habían llegado a creer que la granjería era piedad, y que el obtener dinero, fuera por medios limpios o sucios, era encomiable. Pablo estaba familiarizado con sus características, y no quería darles ocasión para decir que predicaba el evangelio con el fin de enriquecerse. Hubiera podido con justicia pedir a sus oyentes corintios que lo sostuvieran; pero estaba dispuesto a renunciar a este derecho, no fuera que su utilidad y el éxito como ministro fueran perjudicados por la sospecha injusta de que predicaba el evangelio por ganancia. Trataba de eliminar toda ocasión de ser mal interpretado, para que su mensaje no perdiera fuerza.—Los Hechos de los Apóstoles, 286, 287.

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