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Ser Semejante a Jesús


Los esposos deben ser considerados y alegres, 13 de julio https://ift.tt/nRYQ75u Maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo. 1 Pedro 3:7. El esposo debe manifestar gran interés por su familia. En especial, debe ser muy considerado con los sentimientos de una esposa débil. Puede evitarle mucha enfermedad. Las palabras bondadosas y alentadoras resultarán más eficaces que las mejores medicinas. Infundirán valor al corazón de la desalentada y abatida, y la felicidad y alegría introducidas en la familia por los actos de bondad y palabras de aliento recompensarán diez veces el esfuerzo. El esposo debe recordar que sobre la madre recae gran parte de la carga que representa la educación de los hijos, pues ella tiene mucho que ver con la formación de sus intelectos. Esto debe inducirle a él a manifestar los sentimientos más tiernos, y a aliviar con cuidado las cargas de ella. Debe animarla a apoyarse en los amplios afectos de él y a dirigir su atención hacia el cielo donde hay fuerza, paz y descanso final para los cansados. No debe llegar a casa con una frente adusta, sino que con su presencia debe infundir alegría a la familia y animar a su esposa a mirar hacia arriba y a creer en Dios. Unidos, pueden aferrarse a las promesas de Dios y atraer su rica bendición sobre la familia. Más de un marido y padre podría sacar provechosa lección del solícito cuidado del fiel pastor. Jacob, al verse instado a emprender difícil y apurada caminata, contestó: “Los niños son tiernos... tengo ovejas y vacas paridas; y si las fatigan, en un día morirán todas las ovejas... Me iré poco a poco al paso de la hacienda que va delante de mí, y al paso de los niños”. En el camino penoso de la vida sepa el marido y padre ir “poco a poco”, al paso en que pueda seguirle su compañera de viaje. En medio del gentío que corre locamente tras el dinero y el poder, aprenda el esposo y padre a medir sus pasos, a confortar y a sostener al ser humano llamado a andar junto a él.—El hogar adventista, 194, 195 (1894).

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