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El Cristo Triunfante


Jesús se interesa por nuestros problemas y perplejidades, 10 de agosto https://ift.tt/wMbpAju “Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo, y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora”. Juan 2:9, 10. La gozosa festividad de un casamiento judío era precedida por solemnes ceremonias religiosas. En preparación para su nueva relación, los contrayentes debían realizar ciertos ritos de purificación y de confesión de sus pecados. La parte más interesante de la ceremonia tenía lugar por la noche cuando el novio acudía al encuentro de la novia a fin de buscarla y llevarla a su hogar. En la casa de la novia un grupo de huéspedes aguardaba la llegada del novio. Cuando éste se acercaba, se escuchaba la exclamación: “He aquí el novio; salid a recibirle”. Entonces la novia, ataviada de blanco, con su frente circuida de flores, recibía al novio y, acompañada por los invitados, salían de la casa de su padre. Iluminada por la luz de las antorchas, la festiva procesión, desplegando fausto y alegría, con cánticos y música, se dirigía lentamente hasta la casa del novio donde se ofrecía una fiesta para los invitados. Durante la fiesta se proporcionaban los mejores alimentos. Se utilizaba como bebida el vino sin fermentar. Era costumbre de ese tiempo prolongar la festividad matrimonial por varios días. En esta ocasión, antes de la culminación de la fiesta, descubrieron que las reservas de vino no habían sido suficientes. Cuando se solicitó más vino, la madre de Jesús, considerando que debía hacer algo para aliviar la embarazosa circunstancia, acudió a él y le dijo: “No tienen vino”... La activa participación que tomó María en la festividad, indicaba que ella no era sólo una invitada, sino familiar de uno de los contrayentes. Como alguien que tiene autoridad, les dijo a los que servían: “Haced todo lo que os dijere”... Jesús entones les dijo: “Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala... Y se lo llevaron”. La acción de Cristo en esta ocasión habría de ser recordada por todas las edades, para que se viese que Cristo no fracasa ni siquiera ante circunstancias tan inesperadas como la que se produjo en esta ocasión. Sin embargo, él nunca obró un milagro en beneficio propio. Unos pocos días antes de este episodio, había rehusado convertir una piedra en pan, como le sugería Satanás, para satisfacer su propia hambre.—Manuscrito 126, 1903.

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